viernes, 2 de enero de 2015

Las tres primeras plantas - Edward Bach



Edward Bach no se sentía completamente satisfecho con la elaboración de sus nosodes, él se esforzaba por sustituir las bacterias que utilizaba por otros elementos más naturales, sencillos y espontáneos.

Cada momento libre que tenía se lo pasaba buscando plantas o hierbas con las que reemplazar los siete nosodes bacterianos. Pero, como más adelante se daría cuenta, no era mediante el esfuerzo como Bach iba a experimentar la verdad sino que debía alcanzar la serenidad del pensamiento.


Ocurrió que una noche se hallaba en una cena, en un gran salón. Empezó a observar a las personas y pudo experimentar que la totalidad de los allí presentes se podían agrupar en determinadas tipologías. Miraba cómo hablaban, comían, gesticulaban, el tono de voz. De pronto, decidió marcharse. No pudo esperar a que terminara la velada porque en aquel mismo instante vivenció que ninguna Verdad se puede comprender por medio del esfuerzo sino que viene cuando menos se le espera y se retiró urgentemente para recogerse y meditar acerca de estas ideas.


Cuando el Alma busca el Conocimiento se producen impulsos tan poderosos que no se pueden detener y en septiembre de ese mismo año presintió que debía realizar una urgente excursión a Gales y obedeciendo ese mandato se dirigió allí, donde localizó sus dos primeras plantas Impatiens y Mímulus que al prescribirlas en su consulta, de acuerdo con la personalidad del paciente, vio como los resultados eran inmediatos y notables. Ese mismo año encontró y potenció una tercera planta Clematis silvestre. Fueron, estos tres remedios, los primeros que utilizó en su nuevo sistema de medicina floral con estupendos resultados.


En aquel momento de su vida, sentía que estaba muy próximo a un descubrimiento y aunque desconocía cómo iba a ser guiado, sabía que debía escapar de la cárcel del intelecto para experimentar la verdadera Libertad.


Lo dejó todo, vendió la totalidad de sus pertenencias, renunció a una consulta que le proporcionaba más de 5.000 libras esterlinas anuales más el resto de sus ingresos por las vacunas y los nosodes y se despidió de sus amigos y compañeros de la logia masónica.


Sus allegados, trataron de disuadirlo de su decisión, pero Bach sabía que ese deseo suyo, sano y constructivo, era un Mandato Divino. Sentía que estaba a punto de vivenciar algo sumamente difícil de explicar, tan solo sabía que él era una de las formas de expresión de Dios y que necesitaba producir una revolución interna en sus esquemas mentales y de ese modo alcanzar un nuevo estado para poder afrontar los nuevos retos que se le avecindaban. Además estaba convencido de que la necesidad es la incapacidad de obtener lo que se necesita. Si un millonario

necesita mucho más que alguien más pobre. ¿Quién es más rico de los dos?


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