Al recuperar la salud, pudo continuar sus investigaciones con una actividad creciente y su trabajo relacionado con la toxemia intestinal se registró en los PROCEEDINGS OF THE ROYAL SOCIETY OF MEDICINE del año 1920 y su reputación como bacteriólogo atraía cada vez más pacientes.
Bach se sentía feliz de haber eliminado en gran medida la necesidad de drogas y medicinas dando consuelo y esperanza a los enfermos, pero su método todavía presentaba limitaciones, la inoculación mediante inyección de las vacunas, le indicaban que aún le quedaba mucho camino por recorrer por qué consideraba que las prácticas intrusivas son contranatural.
El Hospital en el que trabajaba decidió que el personal debía dedicarle la jornada completa y Bach decidió dejarlo para poder continuar sus investigaciones en un pequeño laboratorio costeado por él mismo.
Luego le surgió la oportunidad de trabajar en el London Homeopatic Hospital, y eso le cambio la vida. Allí llegó a sus manos el Organon de Hahnemann. Constató que aquello que él creía haber descubierto ya se conocía un siglo antes. Existía un hombre que había descubierto estos hechos sin la necesidad de los dispositivos científicos modernos.
Tratar las características, el aspecto temperamental del paciente, las mentalidades, se convirtió en la base sobre la que fundamentaría sus próximas investigaciones.
Después de leer el Organon, Bach sintió que si podía combinar sus descubrimientos con los de Hahnemann, podría mejorar ambos y esto le llevó a la creación de los SIETE NOSODES que reemplazarían la jeringa hipodérmica que siempre le había disgustado por las vacunas de vía oral.
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